Notas desde una sala de espera (y otras formas de entender el tiempo en comunicación)
En una sala de espera no pasa nada… y pasa todo.
Los minutos se alargan, las miradas se cruzan, el ritmo se detiene.
Y de pronto, el tiempo se siente más físico, más real. Hay que habitarlo.
A veces, en comunicación también ocurre eso. Hay momentos en los que no se puede correr. En los que no conviene hablar todavía, ni lanzar nada, ni mover ficha.
Hay proyectos que necesitan respirar antes de ser comunicados. Equipos que tienen que entenderse por dentro antes de contarse por fuera. Ideas que piden pausa, no por inseguridad, sino por respeto a su propio ritmo.
Estamos tan acostumbrados a la urgencia —al clic inmediato, al calendario lleno, al “lo necesitamos ya”— que olvidamos que no todo se comunica a la misma velocidad. Que una buena estrategia necesita a veces un silencio previo. Una espera activa. Un tiempo sin publicar, pero con mirada. Como quien espera sabiendo que algo importante está por llegar, pero aún no es el momento.
No todo es lanzable.
No todo necesita viralidad.
A veces, lo más valioso es saber esperar el momento adecuado.
Y en esa espera, afinar. Observar. Escuchar. Ajustar.
Como en una sala de espera.
Como en cualquier proceso que tenga algo de humano.